domingo, 1 de marzo de 2009

BARCELONA-ESPAÑA: "EL/LA EDUCADOR/A SOCIAL EN UN CENTRO PENITENCIARIO"


Desde Barcelona, España Por: Montserrat Sánchez Aguirre
Educadora Social, Formador y monitor.
Generalmente cuando alguien te pregunta: ¿de qué trabajas? la respuesta suele ser sencilla... excepto en algunos casos en los que sabes que tu contestación va a conllevar un sinfín de nuevas preguntas. Este es el caso del/la educador/a social que trabaja en el ámbito penitenciario; si además eres mujer y trabajas en un centro de hombres las cuestiones se agolpan en cascada.

No es fácil definir las funciones concretas de un profesional como el educador en la franja de edad adulta. Lo habitual es que se esté dedicando a niños/as, adolescentes, gente mayor, extranjeros con dificultades para integrarse, disminuidos físicos y psíquicos... pero prisiones no suele ser de los destinos más demandados. ¿Y por qué no? Los medios de comunicación no ayudan a que este hecho cambie. Sobre todo las series americanas en que los reclusos llevan sucios uniformes de rayas, hablan groseramente y el cuerpo se encuentra cubierto de tatuajes; los centros penitenciarios son edificios viejos, insalubres, alejados de cualquier civilización y son el destino ideal para la peor escoria de la sociedad. Pero la realidad difiere bastante de este perfil, como mínimo en las prisiones de Catalunya, región de España que actualmente goza de decisión propia en lo referente a los centros penitenciarios que acoge. Aquí los internos e internas (denominación que sustituye en nuestro vocabulario a “recluso”) es una almagama de individuos de todas las edades y procedencias, con delitos que van desde los pequeños hurtos hasta las agresiones sexuales o homicidios.

Y es con esta población que trabaja el/la educador/a social. ¿Con qué objetivos? Principalmente la de dotar de herramientas para que el regreso a la sociedad del interno/a sea lo más exitoso posible; eso incluye la adquisición de hábitos laborales, la potenciación de habilidades sociales, reestructuración de pautas de comportamiento... El cómo y el cuándo se lleva a cabo ya dependerá de dónde se ubique el/a interno/a y de qué situación parta en el exterior. Así, existen ciertos programas de tratamiento para delitos contra las personas (delitos de sangre como son los homicidios o asesinatos, delitos de maltrato familiar o delitos de agresión o abuso sexual) en los que el/la educador/a ahonda más en los motivos que han llevado a un individuo a cometer dichos actos para que en el futuro no se vuelvan a repetir (se trata de incidir en los pensamientos distorsionados, el estilo de vida, los hábitos que conllevan acciones erróneas...) En delitos contra la propiedad (hurto, robo, falsificación de moneda o documento público, contra la salud pública...) se valora si detrás se encuentran problemas relacionados con las drogas (entre el 70% y el 80% de los casos así se determina); de ser así, se valora la derivación a una ubicación dentro del centro donde abordar y tratar la problemática toxicológica juntamente con un/a psicólogo/a, un/a trabajador/a social y un/a jurista – criminólogo/a. Aquí la función del educador/a profundiza en aspectos como los que se detallan a continuación:

-Dinámica de la toxicomanía: entender los elementos imprescindibles para que se produzca una dependencia (ya sea tóxica –como la cocaína o el alcohol- o no tóxica –como el juego o las máquinas tragaperras-): qué factores son determinantes, qué elementos influyen, dónde situar los efectos de la propia droga...

-Conciencia emocional: darse cuenta de las emociones presentes antes, durante y después de los consumos para detectar futuras recaídas. Más que el “por qué” consumo se debe preguntar “para qué” consumo. Qué obtengo al consumir drogas, por qué no consigo el mismo efecto a través de otros medios, realmente lo quiero dejar...

-Empatía hacia las víctimas: ya sean las directamente relacionadas con los delitos (robos, hurtos, allanamientos...), como la propia familia del/la interno/a que sufre las consecuencias de los actos de aquél. Las familias, el entorno sufre las consecuencias de tener un padre, hermano, madre, cuñada, hijo... en prisión pero ellos suelen pensar única y exclusivamente en ellos/as mismos/as.

-Habilidades de comunicación: el saber pedir ayuda, relacionarse con los otros desde una relación de igual a igual, saber agradecer, iniciar una relación de amistad o trabajo...

-Responsabilidad: les es más fácil culpar al sistema, al gobierno o a la sociedad de su ingreso en prisión que admitir que todo lo sucedido es enteramente responsabilidad suya. Ser conscientes de las consecuencias que han conllevado sus actos les es especialmente difícil. Huir del victimismo y la autoexculpación suele ser de los aspectos más complejos de trabajar y conseguir.

-Inserción laboral: mostrarles los servicios que se encuentran a su disposición una vez salgan de prisión así como trabajar aquellas habilidades necesarias para encontrar y mantener un puesto de trabajo. Por ejemplo, elaborar un currículum vitae, cómo actuar en una entrevista de trabajo, cómo reaccionar ante un desencuentro con el responsable de su empresa, de qué pueden trabajar, cómo conseguir un determinado empleo...


Aquellos individuos que no pueden someterse a este tratamiento intensivo (porque no cumplen los requisitos o simplemente no se muestran de acuerdo) se trabajan habilidades más generales como son las interpersonales o de relación, la ocupación positiva del tiempo de ocio (alejados de la delincuencia y mundos marginales), la proyección en el futuro (qué van a hacer cuando salgan, cómo lo quieren conseguir, valorar si los objetivos marcados son accesibles o no) y la potenciación de valores pro sociales que les ayuden dentro y fuera del centro, como son aquellos relacionados con la aceptación del otro. Cabe destacar aquí que en nuestra zona, el índice de inmigración es elevado, conviviendo en un mismo centro penitenciario más de 40 nacionalidades distintas, con las dificultades que eso conlleva (a nivel idiomático, religioso, cultural...).

El/la educador/a tutoriza un total aproximado de entre 50 y 70 internos/as de los cuales se preocupa de cómo emplean el tiempo dentro del centro, qué actividades son las más acertadas para cada uno de ellos/as (atendiendo a las necesidades económicas de la familia, por ejemplo, o la conveniencia que adquiera formación escolar) y canalizar aquellas demandas e inquietudes de cada uno/a de ellos/as. En el día a día de un centro penitenciario, la necesidad de establecer vínculos emocionales con el otro es fundamental. Se trata de grandes urbes donde pueden llegar a albergar 1.890 internos además de todo el personal que gira a su alrededor. Esa convivencia genera tensiones, amistades de conveniencia, desconfianza... y es la figura del profesional social el que intenta armonizar un ambiente a veces cargado de tensión (en épocas como el Ramadán -la Semana Santa de los árabes-), a veces de nostalgia (cuando llegan épocas como la Navidad o el verano), de esperanza (cuando son conscientes que su salida al mundo exterior se acerca), de inquietud o tristeza (cuando fallecen sus seres queridos o las parejas no soportan más la situación), de rutina (cuando día tras día saben lo que van a hacer, lo que van a comer, las conversaciones que van a tener y las caras que van a ver).

Si dijéramos que el trabajo del educador social es sencillo mentiríamos. Somos personas trabajando con personas y eso conlleva muchas dificultades añadidas: partimos de unos prejuicios, de un determinado bagaje cultural, de un entorno concreto... potenciar al otro y trabajar CON el otro sin que nuestros condicionamientos influyan es sumamente difícil (por no decir imposible). Aún así, y después de años trabajando en este entorno, cada día aprendes algo, cada día te sorprende con algo nuevo y no hay mejor recompensa que volver a ver a aquellos que tutorizaste en su día y te saluden con un “gracias a usted y todo lo que me enseñó, he rehecho mi vida y los años pasados en prisión son como una angustiosa pesadilla que he dejado atrás”.


MONTSERRAT SÁNCHEZ AGUIRRE
Educadora Social
Centro Penitenciario de Quatre Camins
Barcelona
España

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